viernes, 19 de abril de 2013

Soñar con tus besos - Capítulo 25




Capítulo 25: Chocolate


Elena suspiró al recordar aquella tarde de finales de septiembre. A pesar de que hizo todo lo posible para que la ruptura no hiciera mucho daño a Ainhoa, no podía conseguir que su amiga se olvidara de Toni, a no ser que borrase su memoria, cosa que ni se planteaba hacer. Ella lo superaría tarde o temprano y, aunque todavía estuviera un poco afectada, es lo que tiene el amor, no tardaría mucho más en olvidarlo todo. O eso esperaba.

Eva terminó de repartir las notas y, sin nada más que hacer, los dejó salir. Uno por uno todos los alumnos abandonaron el aula, menos Marcos, al que la profesora pidió que esperara un momento. Elena salió de la clase junto con Ainhoa y las dos caminaron hacia la puerta del instituto.

-¿Al final te vas con tu padre para Navidad?-Preguntó la chica.

-Sí, a Londres-Respondió Ainhoa sin mucho entusiasmo.

-¿A Londres?-Preguntó entusiasmada-Me encantaría ir allí.

Nunca había salido del país y quería visitar muchos lugares. Siempre se había dicho que cuando fuera independiente lo haría, pero con todo lo que le había ocurrido en los últimos meses, su futuro era incierto ahora.

-Pues te cedo el puesto.

Al escuchar esa respuesta por parte de su amiga, Elena la miró frunciendo el ceño. Había una pequeña nota oscura en su voz, una que no había escuchado antes.

-¿Por qué dices eso?

A diferencia de Elena, a Ainhoa no le entusiasmaba mucho viajar, sobretodo desde que se había convertido prácticamente una rutina con la separación de sus padres. La muchacha solamente la había escuchado decir un lugar al que quisiera ir, y ese lugar era Londres.

-No me apetece-Contestó, encogiéndose de hombros-. Londres es una ciudad muy bonita, pero no me siento con ánimo suficiente para verla. Preferiría pasar la Navidad en casa.

Elena no dijo nada más, pero su corazón se encogió ante las palabras de su mejor amiga. De repente, sintió una punzada en la cabeza. Se parecía mucho al dolor que había sentido tres meses atrás, cuando iban camino de la ciudad en el coche de Ánemos, pero esta vez duró apenas una segundos. La muchacha miró hacia todos lados rápidamente; se sentía como si estuviera siendo observada. Estaban en la puerta del instituto y, a excepción de unos cuantos estudiantes de E.S.O. congregado en un grupo a su derecha y algún que otro profesor subiéndose en su coche, no había nadie más. Elena sacudió la cabeza, pensando que se estaba volviendo un poco paranoica. Justo en ese momento, sintió algo contra su espalda y todo se volvió negro. Durante las milésimas de segundo que tardó en asimilar lo que estaba ocurriendo, su corazón empezó a latir a mil por hora. Entonces se hizo consciente de las manos que había puestas en su cara, cubriendo sus ojos y de unos labios familiares rozando su cuello.

-Adiós, chicos-Escuchó decir a Ainhoa. Por el tono de su voz, se podía imaginar su cara mientras lo decía, poniendo los ojos en blanco.

-Adiós, Ainhoa-Dijeron Marcos y Elena a la vez.

Marcos retiró la mano de sus ojos y Elena se dio la vuelta, fingiendo estar enfadada.

-¡Me has asustado!

El chico sonrió y se acercó a su oído.

-Lo siento-Susurró-. ¿Me perdonas?

Elena tuvo que morderse el labio para no sonreír.

-Tendrás que compensarme.

Marcos se mordió el labio como si pensara y la muchacha no pudo evitar sonreír esta vez.

-Ya sé-Murmuró.

Le apartó el pelo de cuello y acarició la piel suavemente con sus labios, depositando besos por todo el cuello de Elena. Esto consiguió que sintiera un escalofrío y se le pusiera de punta el vello de la nuca, pero hizo como si no hubiera sentido nada.

-Vamos, los dos sabemos que puedes hacerlo mejor.-Susurró la chica, con una sonrisa pícara dibujada en sus labios.

Marcos le devolvió la sonrisa.

“Cierto, pero eso son cosas que nunca haría en medio de la calle.”

Elena se sonrojó y giró la cabeza rápidamente de un lado a otro. El chico le había hablado mentalmente, pero no pudo evitar mirar para ver si alguien lo había escuchado. Imposible, todo el mundo se había machado y ya no quedaba nadie allí.

Marcos le rodeó la cintura con su brazo y ambos comenzaron a caminar bajo la nieve. No hablaron mucho por el camino, les bastaba con la mutua compañía, y caminaron lentamente, sin prisa. Esto provocó que, cuando llegaron a casa de Elena, ambos estaban helados y empapados por la nieve. Justo cuando cerró la puerta principal, la muchacha estornudó.

-Odio el frío-Murmuró entre dientes, tiritando un poco.

Marcos se acercó a ella y le cogió la mano. Elena sintió una ola de calor que salía de donde él la tocaba y recorría su cuerpo, llegando y calentado todos los lugares.

-¿Mejor?-Preguntó el chico.

Elena asintió y sonrió.

-Gracias-Susurró, depositando un rápido besos en sus labios.

La muchacha se desprendió del abrigo y los guantes y fue a la cocina.

Sus padres estaban trabajando y Dani había ido a casa de un amigo suyo a comer y pasar la tarde así que Elena había invitado a su novio a comer a su casa.

Abrió la nevera y cogió un envase rectangular que había en el segundo estante, al fondo. Sacó dos platos y repartió en ellos los macarrones que había dentro del envase. Luego metió uno de ellos al microondas y, mientras se calentaba, empezó a poner la mesa. Marcos entró en la cocina en la cocina en ese momento. Elena sintió que le rodeaba la cintura desde detrás y después notó sus labios en su mandíbula, bajando por el cuello hasta la clavícula. La chica giró la cabeza hacia él y Marcos atrapó sus labios.

-Te quiero mi ángel-Susurró él.

Elena se giró completamente y le puso el dedo índice en los labios. Acercándose a su oído, dijo, en voz muy baja:

-Y yo tengo hambre.

Marcos se rió y ella aprovechó su momentáneo despiste para escapar de su abrazo. Sonriendo, se dirigió hacia el microondas y sacó el plato de macarrones calientes. Después cogió el otro, ajustó el tiempo y pulsó el botón para que empezara a funcionar.

Dándose cuanta de que, por la distracción de Marcos, no había terminado de poner la mesa, Elena abrió un cajón para coger los cubiertos, pero la mano del chico la detuvo.

-Déjame hacerlo a mí.

La muchacha lo miró y frunció el ceño.

-Pero…

Marcos no la dejó protestar y la guió hacia una silla junto a la mesa. Sacándola de su sitio, hizo una exagerada reverencia y dijo:

-Señorita…

A Elena le entraron ganas de reír, pero se mordió el labio y se sentó teatralmente, siguiéndole el juego. El chico fue hasta el cajón que ella había dejado abierto, sacó los cubiertos y los puso sobre la mesa, colocándolos junto a los vasos que Elena había puesto antes. El microondas sonó en ese momento, indicando que el segundo plato ya estaba caliente. Marcos cogió ambos platos y los puso también sobre la mesa, uno en frente de ella y el otro a su lado. Después se sentó en la mesa.

-¿Ves?, podía hacerlo perfectamente.

Elena sonrió y entonces se percató de un pequeño detalle.

-Ya, ya-Dijo-, y… ¿me quieres decir qué vamos a beber?

Marcos miró la mesa frunciendo el ceño y a la muchacha le entraron unas ganas enormes de reír de repente. No se contuvo, y rió mientras miraba a Marcos levantarse de la silla y coger el agua, que estaba sobre la encimera de la cocina.

-Ha sido un error insignificante.

-Sí, claro-Asintió Elena.

Dejó de reír, pero mantuvo una sonrisa en su cara.

-Entonces, ¿soy tu camarero favorito?

Pareció que se lo pensara un poco, como un juez que está a punto de dar su veredicto, pero sabía perfectamente la respuesta.

-Sí, eres mi camarero favorito.

Se acercó a él a través de la mesa y le dio un largo beso en los labios. Después de eso comieron tranquilamente, charlando y besándose, y charlando y besándose otra vez, y otra… Cuando terminaron los macarrones, Elena hizo un postre rápido; una taza de chocolate caliente instantáneo con nata y canela.

-Del uno al diez-Dijo Marcos-, ¿cuánto te gusta el chocolate?

La muchacha se quedó pensativa un momento.

-Um… Diez.

Marcos alzó las cejas.

-¿Tanto como para comerlo a todas horas?

Elena asintió y sonrió.

-¿Te bañarías en chocolate?-Inquirió el chico.

La muchacha frunció el ceño.

-¿Cómo?-Preguntó, intentando comprender la pregunta-¿Esa terapia de cacao que hacen en un spa?

-Exacto.

Elena se lo pensó un momento y luego dijo:

-No sé, creo que es un desperdicio de chocolate, pero tal vez sí. ¿Por?

Marcos no contestó, parecía pensativo cogiendo la nata sobre el chocolate capa a capa.

-Marcos-Lo llamó la muchacha, intentando llamar su atención.

Cuando se enfocó en ella, preguntó:

-¿En que pensabas?

El chico dudó un momento antes de contestar y una sonrisa pícara apareció en sus labios:

-Te estaba imaginando cubierta de chocolate.

Elena se sonrojó y se mordió el labio, reprimiendo una sonrisa.

-¿Y qué tal?

Marcos alzó las cejas.

-Espectacular, ni te imaginas cuanto.

-Tonto-Dijo Elena, golpeando suavemente su hombro.

El chico se frotó el lugar donde le había golpeado, fingiendo que le había dolido.

-Dos veces en un día-Comentó sonriendo-. Te estás acostumbrando a llamarme tonto.

-Porque lo eres-Murmuró Elena, acercando su rostro al de él-. Pero eres mi tonto.

Marcos la besó suavemente y la muchacha cerró los ojos. Entonces sintió algo caliente y húmedo en su mejilla y se apartó rápidamente.

-Eso ha sido a traición-Protestó mientras se intentaba quitar el chocolate que Marcos le había puesto en la mejilla.

El chico pasó su dedo índice por una gota de chocolate que Elena no se había quitado y se la llevó a los labios, saboreándolo.

-Aún más dulce-Dijo-, si es posible.

Elena puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar sonreír. A veces era tan… irritante, pero ella no podía dejar de quererlo y a veces le gustaba que fuera así.

-Mi estás dando razones para llamarte tonto por tercera vez hoy.

Marcos no respondió, así que la muchacha lo miró. Él la estaba mirando intensamente, de una forma que le decía que lo que estaba a punto de decir no era ninguna tontería.

-Es una de las cosas que implica amarte como lo hago-Dijo, sin dejar de mirarla a los ojos-. No puedo dejar de hacer el tonto si con ello te saco una sonrisa.

Elena se levantó de su silla y se sentó a horcajadas en el regazo de Marcos. Se besaron de nuevo, pero esta vez el chico no la manchó de chocolate, fue ella.

-Eso sí que ha sido a traición-Susurró Marcos cuando sintió el chocolate en su cuello.

-Te estoy devolviendo tus tonterías-Dijo Elena, sonriendo-. Además, te estoy empezando a imaginar cubierto de chocolate.

El chico sonrió.

-¿Y qué tal?

-Espectacular, ni te imaginas cuanto.

Cuando terminaron con sus tonterías, Elena y Marcos recogieron la cocina, poniendo todos los platos en el lavavajillas, y subieron a la habitación de la chica. Marcos se sentó en el sillón rojo con forma de mano y Elena se sentó en su regazo. Se quedaron en silencio un rato, simplemente disfrutando de la compañía del otro, hasta que el chico lo rompió diciendo:

-Te amo.

Elena miró hacia arriba, hacia el rostro de Marcos, y se dio cuenta de que la estaba mirando.

-Yo también te quiero-Susurró ella.

-Repítelo-Pidió Marcos.

La muchacha se dio la vuelta y volvió a sentarse a horcajadas sobre su regazo.

-Te quiero.

-Otra vez-Susurró el chico.

Elena le dio un beso corto en los labios.

-Te quiero, te quiero, te…

Marcos la besó, al principio lentamente, y luego profundizando hasta un punto en que ninguno de los dos era capaz de pararlo. Los besos se hicieron cada vez más hambrientos y Elena sentía que quería más, como si esos besos no fueran suficientes. Marcos los levantó a ambos del sillón y la espalda de la muchacha terminó apoyada en la cómoda cama. Continuaron besándose y la camiseta de Marcos voló junto con la de ella. Elena le rodeó el cuello con sus brazos, sintiendo los fuertes músculos de sus hombros. Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, el resto de la ropa fue desapareciendo, hasta que ambos quedaron únicamente con la ropa interior. Marcos se apoyó en su codo y acarició el rostro de Elena mientras la besaba. La chica enredó los dedos en su pelo y lo acercó más a ella. Los besos fueron cada vez más lentos hasta que, finalmente, pararon. Elena miró a Marcos a los ojos, que brillaban tanto que parecían dos estrellas verdes, dos esmeraldas puestas en el lugar de sus ojos. La muchacha sonrió, feliz por lo simple y romántico del momento. No creía que hubiera sentido nada más fuerte en su vida que lo que sentía en aquel momento, viendo a Marcos frente a ella. En ese momento Elena pensó que era mucho más estúpida de lo que todos pensaban por no haberse dado cuenta antes de que su novio era un ángel, se veía a kilómetros. Su cabello sedoso y rubio, su sonrisa dulce, su cuerpo de atleta, sus suaves labios… Y no sólo era su aspecto físico, también su forma de ser.

Marcos seguía mirándola, acariciándole el rostro con sus suaves y calientes manos. Entonces volvió a besarla otra vez y Elena sintió el mismo deseo que había experimentado antes. Las manos de Marcos recorrieron todo su cuerpo, provocando escalofríos de placer en cada célula a su paso. El resto de la ropa desapareció, y ambos quedaron desnudos, expuestos el uno al otro. Marcos se detuvo entonces y la miró durante un momento que a Elena se le hizo eterno. Sentía la urgencia de cubrirse, pero sabía que no debía hacerlo, que no tenía ninguna razón para esconderse de él, así que no lo hizo. Marcos comenzó a recorrer su cuerpo con sus labios, deteniéndose de vez en cuando, explorando, como si quisiera memorizar cada una de las partes de su cuerpo. Ascendió desde el hombro, besando su cuello, hasta que llegó a su oreja.

-Eres preciosa mi ángel-Susurró-. No me equivocaba cuando dije que estarías espectacular cubierta de chocolate.

La chica sonrió. Marcos se apartó un poco para mirarla a los ojos, pero se quedó lo suficientemente cerca como para que Elena pudiera su respiración pesada y el rápido latido de su corazón, tanto como el de ella. En ese momento, Elena se olvidó del resto del mundo. Sólo existían ella y Marcos, nada más importaba.

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