sábado, 20 de abril de 2013

Soñar con tus besos - Capítulo 26




Capítulo 26: La maleta

Encendió el ordenador y esperó pacientemente a que se cargara. Abriendo su carpeta de música, eligió una de sus canciones favoritas: Fan de ti de Sidecars. Tarareando la música, abrió el armario y empezó a sacar ropa. Tenía que elegir la que se llevaría Londres y preparar la maleta. Si en Spes ya hacía frío, en Londres tenía que ser peor, así que escogió los suéteres más gruesos que tenía, unas cuantas bufandas y camisetas interiores de manga larga y un par de gorros. También sacó varios pantalones vaqueros y un vestido azul ceñido hasta la cintura y de manga al codo que dudaba que fuera a ponerse. Cuando terminó de doblar toda la ropa intentando que luego ocupara lo menos posible, fue al pasillo y tiró de la cuerda que bajaba la escalera del desván. Después la subió y rebuscó entre los trastos que había allí almacenados, intentando encontrar su maleta. En su lugar, encontró un peluche que creía perdido desde que era niña y unos viejos zapatos de bebé; ni rastro de su maleta. Ainhoa suspiró y se incorporó todo lo recta que pudo, teniendo en cuenta el techo bajo. A su derecha había una estantería llena de libros y, tan desesperada estaba, que empezó a mirar entre los libros en busca de su maleta. Su parte racional le decía que era imposible que su maleta estuviera ahí, pero Ainhoa estaba en uno de esos momentos en los que estás tan desesperado por encontrar una cosa que la buscas en cualquier sitio, aunque sea completamente imposible que esté ahí. Como ya esperaba, no encontró su maleta, pero sí unos viejos álbumes de fotos. Los reconoció al instante, ya que ella y su padre se habían pasado varias tardes de domingo metiendo todas sus fotografías de infancia y de viajes en ellos, intentando ponerlas en orden cronológico. Ainhoa extrajo uno de los álbumes de la estantería y lo abrió por la mitad. La primera foto de la página era una en la que aparecían Carmen y ella, con unos tres años, sentadas una en cada pierna de su padre. La imagen había sido tomada en el salón de la misma casa en la que estaba en ese momento y Ainhoa se sorprendió de lo mucho que habían cambiado las cosas desde entonces. Las dos niñas en la foto estaban sonriendo a la cámara y su padre estaba mirándolas a ambas. La muchacha acercó un poco más la cara a la foto, intentando verla mejor con la poca luz del desván. Cuando se habían hecho esa foto, aún eran una familia, una familia feliz, y eso se notaba en sus rostros sonrientes y sus ojos brillantes. Ainhoa miró a una de las niñas de la foto, que tenía abrazado el mismo peluche que había encontrado hacía un momento perdido entre un montón de trastos en aquel desván polvoriento. Pensó con tristeza que ya no se parecía en nada a aquella niña feliz y risueña que aparecía en aquella imagen. La nueva Ainhoa era más fuerte, cierto, pero también menos inocente y alegre. Ese era el precio de crecer, de madurar, un precio que se le antojaba demasiado caro ahora, aunque antes no hubiera querido otra cosa. La chica miró la foto por un par de segundos más y luego cerró el álbum; mirar recuerdos de tiempos mejores no podía hacerle ningún bien. Volvió a poner el álbum en su sitio y suspiró, recordando la tarea que la había llevado a subir hasta allí. Ainhoa echó un vistazo rápido a su alrededor, paseando los ojos por toda la habitación. Cuando llegó al punto de partida, frunció el ceño y volvió atrás, dándose cuenta de que había visto algo. 

-Te pillé-Dijo, cuando vio su maleta al fondo, pegada a una de las paredes del desván y rodeada de un montón de trastos.

Pensando que era bastante estúpida por no haberla visto antes, cogió la maleta y bajó las escaleras del desván, con cuidado de no caerse. Llevó la maleta a su cuarto y volvió al pasillo para volver a colocar la escalera en su sitio. Cuando terminó, fue a su cuarto y comenzó a meter ropa dentro de la maleta. Incluyó también un par de botas forradas, su bolsa de aseo y unos zapatos a juego con el vestido azul que dudaba igualmente que fuera a ponerse. Cuando terminó de meterlo todo, se sentó sobre la maleta al mismo tiempo que intentaba cerrar la cremallera. Era una maleta algo pequeña y tuvo que saltar un par de veces sobre ella para conseguir cerrarla completamente. Justo cuando terminó, sonó el timbre. Estaba sola en casa, como casi siempre, así que bajó las escaleras y fue a la puerta principal. Si hubiera mirado a través de la mirilla, probablemente no habría abierto, pero abrió la puerta directamente y ante ella apareció un chico al que no veía desde hace un tiempo.

-Hola-Saludó Alberto.

-Hola, ¿qué haces aquí?-Preguntó extrañada.

Por lo que Ainhoa sabía, Alberto y Carmen habían terminado hacía por lo menos un mes, y no precisamente en buenos términos, así que no entendía qué hacia aquel chico en su casa.

-Si vienes a ver a Carmen, no está.

Alberto sonrió de una forma enigmática, que le decía que no había entendido nada.

-No vengo a verla a ella.

Ainhoa frunció el ceño. Aquella conversación le resultaba familiar; la había tenido hacía sólo unos meses con él, cuando fue a visitarla la última vez. Por aquel entonces él había estado saliendo con su hermana, y ella con Toni.

El pensar en Toni le provocó una punzada de dolor en el pecho, pero sacudió la cabeza, intentando apartar esos pensamientos.

Aquel día no se le había ocurrido pensar ni por un momento que estuviera intentando ligar con ella, de hecho había pensado que era muy simpático y que tal vez consiguiera endulzar un poco el carácter normalmente agrio de Carmen, pero ahora no sabía qué pensar. Desde luego, ahora no tenía ninguna excusa para estar allí, sobretodo teniendo en cuenta como habían terminado las cosas con su hermana, así que aquello era bastante sospechoso.

-¿Puedo pasar?

La pregunta de Alberto sacó a Ainhoa de sus pensamientos, recordándole que estaba justo enfrente de la persona sobre la que estaba haciendo especulaciones.

La muchacha dudó un momento, pero finalmente asintió; al menos tendría compañía. Además, así podría preguntarle la razón por la que rompieron Carmen y él, ya que su hermana no había soltado prenda cuando la interrogó sobre esa cuestión.

-Claro-Respondió, regalándole una sonrisa.

Alberto traspasó el umbral y Ainhoa cerró la puerta tras él.

-Pasa al salón-Pidió la muchacha-. ¿Quieres algo?

-No, gracias.

Alberto se sentó en el sofá y Ainhoa en un cómodo sillón frente a la mesita del café. Un incómodo silencio se hizo entre ellos. La muchacha buscó rápidamente en su cerebro un tema de conversación.

-Bueno, ¿qué te trae por aquí?

El chico vaciló un poco antes de contestar, parecía estar buscando las palabras adecuadas para expresarse.

-Lo cierto es que… no lo sé-Respondió finalmente-. Estaba dando una vuelta y mis pies me trajeron hasta aquí.

Ainhoa pensó que ese era un argumento extraño y la voz de la sospecha se hizo un poco más fuerte en su cabeza, diciéndole que aquel chico tenía segundas intenciones. Apartando todos esos pensamientos de su mente, la chica simplemente asintió. Otro silencio se hizo entre ellos, hasta que Ainhoa finalmente hizo la pregunta que llevaba haciéndose desde que su hermana le contó sobre la ruptura.

-No quiero parecer una entrometida, pero… ¿por qué rompisteis tú y Carmen?

Alberto la miró a los ojos y luego bajó la vista rápidamente.

-¿No te lo ha contado?-Inquirió, volviendo a mirarla.

Ainhoa negó con la cabeza.

-Qué extraño-Comentó el chico, como si hablara consigo mismo-, pensé que te contaría una historia, aunque no fuera cierta.

La muchacha frunció el ceño. ¿Por qué iba a mentirle su hermana? No lo haría, al menos que fuera por algo realmente malo.

-¿Me vas a contestar?-Preguntó Ainhoa, que empezaba a exasperarse con los rodeos que daba aquel chico.

Alberto la miró y sonrió tristemente.

-No me gusta hablar mal de mis ex novias, y mucho menos delante de sus hermanas.

Ainhoa realmente se preocupó ante la respuesta. Al fijarse en los ojos de Alberto mientras pronunciaba aquellas palabras, se dio cuenta de que Carmen realmente lo había herido.

-Cuéntamelo-Ahora su tono era mucho más dulce que antes-. ¿Qué pasó?

Alberto alzó la cabeza y la miró.

-¿Sabes esas veces cuando alguien a quien quieres te decepciona? Pues eso fue lo que pasó, Carmen me decepcionó, de una manera que espero que nadie vuelva a hacerlo nunca.

Ainhoa frunció el ceño. Le perecía que Alberto estaba hablando en clave porque, aunque podía intuir algo, sus palabras eran demasiado vagas.

-¿Te decepcionó?-Inquirió, intentando sacarle más información-¿En que sentido? ¿Qué hizo?

Alberto se quedó en silencio y, cuando la muchacha abrió la boca para volver a insistir, habló de nuevo:

-Ella…-Titubeó-Ella me engañó.

Esas palabras tuvieron un fuerte impacto en Ainhoa y la sorprendieron tanto que llegó a dudar de su oído. ¿Qué Carmen, su hermana, le había engañado? ¿Cómo? ¿Con quién? Había muchas preguntas en la mente de la muchacha que necesitaban ser contestadas, pero son quería insistir más porque sabía que a Alberto no le haría mucha gracia hablar sobre como su ex novia le puso los cuernos. Ainhoa se estaba haciendo a la idea de resignarse y hablar con Carmen más tarde cuando el chico habló de nuevo.

-No te lo crees, ¿verdad?-Preguntó, con esa sonrisa triste de vuelta en sus labios.

Ainhoa lo miró, buscando las palabras correctas para contestar.

-No lo sé-Respondió al final-, es difícil de creer. Es mi hermana, me he criado con ella, nunca la creí capaz de hacer algo así.

Alberto bajó los ojos. Parecía algo abatido de que ella no le creyera.

-Lo suponía-Dijo-. Y, de todas formas, si le preguntas a ella te dirá alguna excusa, probablemente una mentira.

La muchacha empezó a protestar; una cosa era que le dijera que su hermana le había engañado y otra que la llamara mentirosa y descarada delante de sus narices.

-Carmen no es así. Si le cuento esto seguro que me dice la verdad.

Alberto se levantó de sofá y caminó por el pasillo que llevaba a la puerta principal. Ainhoa lo siguió y lo vio abrir la puerta y darse la vuelta antes de salir.

-Ella ha cambiado, Ainhoa. No es la misma de siempre.

Y, con sus palabras aún flotando en el aire, Alberto salió de la casa y cerró la puerta.

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