viernes, 22 de febrero de 2013

Soñar con tus besos - Capítulo 12




Capítulo 12: Besos


A la mañana siguiente, Elena vio que Marcos la esperaba en la puerta del instituto. La muchacha corrió directamente hacia él, sonriendo, y ambos se fundieron en un profundo beso. Fue entonces cuando sucedió de nuevo.

En cuanto los labios de Elena rozaron los del chico, aquellas imágenes que había visto dos días atrás volvieron a su mente. En realidad, no eran las mismas, estas imágenes eran los recuerdos de su cita de la tarde anterior, cuando fueron a pasar el día en la ciudad.

La muchacha revivió todos los besos, las caricias y las palabras de aquella tarde de una forma poco convencional, desde el punto de vista de Marcos.

Cuando se separaron, Elena miró a su alrededor y descubrió que había la atención de todos los que había a su alrededor. Sus amigas estaban un poco más allá, cerca de la puerta del edificio principal, mirándolos con la boca abierta. Ainhoa estaba con ellas, y parecía muy feliz mientras los miraba, sonriendo.

-Buenos días, mi ángel-Susurró Marcos, contento por el saludo que había recibido.

Al escuchar la última palabra que el chico había pronunciado, Elena se apartó de él bruscamente. Había algo en ella que la atraía y la repelía al mismo tiempo.

-Deja de llamarme así-Murmuró enfadada.

Marcos se quedó mirándola con el ceño fruncido, pareciendo dolido.

Cuando la muchacha vio su cara, se sintió culpable instantáneamente. No sabía porqué había sido tan brusca con él ni porqué había dicho eso, en realidad, ni siquiera lo había hecho voluntariamente, había sido un acto reflejo.

-Lo siento-Se disculpó Elena, mirándolo a los ojos-. No sé lo que me ha pasado.

-No pasa nada-Dijo el chico con dulzura-. Si no te gusta no volveré a llamarte así.

-No-Se apresuró a contestar la chica-, me encanta que me llames así. Me hace sentir… especial-Confesó, bajando la cabeza para que su novio no la viera sonrojarse.

Marcos sonrió y le cogió la barbilla para que lo mirara.

-Porque lo eres. Eres muy especial.

Elena le sonrió tímidamente y volvió a besarle.

-Tú sí que eres un ángel.

Entraron juntos en clase, haciendo caso omiso de los murmullos y las miradas que causaban a su paso.

En aquel instituto tan pequeño, alguien tan popular como Elena daba mucho que hablar y, por eso, cuando ocurría algo digno de ser comentado, los alumnos no perdían el tiempo para difundir rumores que, en su mayoría, eran completamente falsos.

Cuando sonó el timbre que señalaba el comienzo de la primera clase del día, la muchacha fue hasta su sitio y se sentó. Ainhoa ya estaba en el suyo, justo en la mesa de al lado, y la miró con una cara que decía que tenía algún que otro comentario sobre Marcos.

-Vaya-Comentó su amiga con una sonrisa pícara-, parece que os sentó bien la cita de ayer.

-Sí-Contestó Elena, ignorando sus insinuaciones-, eso parece.

-Y, desde luego, dais mucho que hablar-Continuó Ainhoa.

La muchacha buscó un modo de escabullirse de todas la preguntas que su amiga estaba por hacerle, pero no encontraba nada. Estaba a punto de rendirse y someterse a aquel tercer grado cuando una idea le vino a la mente.

-Por cierto-Dijo Elena como si nada-, ¿cuándo me vas a presentar a tu novio?

Aquella pregunta cogió por sorpresa a Ainhoa por el brusco giro que había dado la conversación. La chica la observó mientras esperaba la respuesta de su amiga, que se había quedado pensativa.

-¿Qué te parece esta tarde?-Le preguntó Ainhoa.

-¿Esta tarde?-Preguntó Elena, algo desconcertada.

No lo había dicho en serio, sólo había sido para desviar el tema de la conversación y no tener que contestar a las preguntas de su amiga.

-Sí-Asintió su amiga-. ¿Qué pasa? ¿No puedes?

-No, no es eso-Se apresuró a contestar la muchacha-. Está bien, me parece buena idea-Añadió tras una pausa.

-Pues ya está-Sonrió Ainhoa-. Y dile a Marcos que venga, así será una cita doble.

Elena sonrió también. No había pretendido conocer a Toni con aquella pregunta, pero si se le presentaba la oportunidad no la iba a rechazar. Además, sentía curiosidad por saber quién era aquel chico con el que estaba saliendo su amiga, pues, por encima de todo, quería asegurarse de que no le hiciera daño.

-Vale, luego se lo pregunto a Marcos.

La clase se les hizo eterna a las dos amigas, y, cuando por fin sonó el timbre, Elena fue hasta la mesa de su novio para contarle los planes para aquella misma tarde.

-¿Entonces qué?-Preguntó la muchacha cuando terminó-¿Vienes?

-Claro-Contestó Marcos sonriendo-. ¿Por qué no?

-Genial-Dijo Elena, sonriendo también.

Se dio la vuelta para marcharse, pero recordó algo justo antes de dar el primer paso. Se volvió de nuevo y se acercó al chico, dándole un suave beso en los labios. Después sonrió otra vez y, esta vez, se fue a su sitio.

El profesor llegó poco después y la mañana continuó transcurriendo tan aburrida y monótona como siempre.

A Elena le aburría mucho el instituto, le parecía demasiado pesado y repetitivo. La razón no era que no le gustaran las asignaturas que daba, ni tampoco que no fueran interesantes, la razón era que todas las cosas que le ensañaban en aquellas clases ella ya las sabía desde hacía mucho tiempo. Nunca había entendido por qué sabía aquellas cosas tan complejas, pero tampoco podía ni quería remediarlo, las conocía y punto.

Cuando terminaron las clases, Marcos y Elena fueron juntos al colegio para recoger a sus respectivos hermanos. Caminaron todo el trayecto cogidos de la mano y, de vez en cuando, dándose pequeños besos.

Para cuando llegaron al colegio todos los niños habían salido ya.

-¡Elena!-Exclamó su hermanito, corriendo hacia ella-¿Sabes qué?

-¿Qué?-Preguntó ella.

Se agachó para quedarse a la altura de Dani y, antes de que el niño contestara, llegó Lucía.

-Hoy he sido el más rápido de la clase en pintar el dinosaurio-Informó el pequeño con orgullo.

Elena sonrió al ver la inocencia de su hermano, que consideraba aquello un gran logro para él.

-¿Si?-Preguntó la chica, fingiendo el mismo entusiasmo que el niño-Muy bien, pero lo habrás pintado bien, ¿no?

-Claro-Asintió Dani, pareciendo ofendido por la desconfianza de su hermana.

El niño le mostró un papel que tenía en la mano. Elena no había reparado en él, pero cuando su hermano se lo dio descubrió que era un dibujo de un triceratops, un dinosaurio relativamente pequeño. Estaba pintado con colores vívidos y alegres, que demostraban que era obra de un niño de poca edad. Comprobó que, en efecto, Dani había coloreado bien el dibujo, sin salirse apenas de las gruesas líneas que delineaban la figura de aquel animal prehistórico.

Elena le devolvió el dibujo a su hermano y sonrió.

-Está muy chulo-Comentó la chica-. Te has ganado un premio.

Se inclinó y le dio un beso en la mejilla.

-¡Puaj!-Exclamó el niño cuando su hermana se apartó, limpiándose la mejilla con las dos manos.

Elena se incorporó y lo miró, sonriendo y frunciendo el ceño al mismo tiempo.

-¿Qué pasa?-Le preguntó-Antes te gustaba que te diera besos.

-Ah, ¿si?-Inquirió Dani, como si no creyera las palabras de su hermana-Pues yo no me acuerdo.

-Porque eras un renacuajo-Contestó la chica-. Aunque tampoco es que ahora seas mucho mayor-Añadió entre dientes, pero lo suficientemente fuerte para que el niño la oyera.

Su hermanito la miró con la cara que siempre ponía cada vez que se enfadaba, con la frente y los labios muy fruncidos.

Elena escuchó la risa de Marcos a su espalda y se volvió hacia él sonriendo.

El chico había cogido a Lucía en brazos mientras presenciaba toda la escena, que, la verdad, vista desde fuera, era bastante cómica.

-Me voy a casa-Dijo él, dirigiéndose a la muchacha-. Nos vemos esta tarde.

Elena se acercó a él y se dieron un largo beso de despedida.

-Hasta luego-Se despidió ella.

Antes de marcharse, Lucía sonrió y dijo, dirigiéndose a Dani:

-Pues a mi hermano sí que le gusta que lo bese.

La pareja se quedó mirando a la niña y, después, ambos sonrieron. Dani se volvió hacia su amiga y le sacó la lengua hasta que su hermana mayor lo cogió de la mano y lo regañó por hacer aquel gesto.

Después de una última mirada, las dos parejas de hermanos se marcharon, cada una por su camino.

Elena y Dani llegaron a casa poco después. Su madre estaba en la cocina, terminando de hacer la comida, así que Elena la ayudó mientras su hermano pequeño ponía la mesa. Se sentaron y comieron sin mucha tranquilidad. Las habichuelas nunca habían sido del agrado de Dani y se puso a llorar en cuanto le pusieron el plato delante. Para cuando terminaron de comer, el niño ya se había calmado y Elena consideró que era el mejor momento para hablar con su madre.

Habría preferido pedírselo a su padre porque, el fin y al cabo, él nunca le negaba nada, pero él estaba en el hospital y no volvería hasta más tarde de la hora a la que ella quería salir, así que su madre era su única opción.

Respiró hondo y se acercó a ella mientras fregaba la olla.

-Oye, mamá-Dijo Elena-, ¿puedo preguntarte algo?

Su madre la miró sonriendo.

-Claro, hija-Respondió-. ¿Qué ocurre?

-Pues que Ainhoa, Marcos, otro chico y yo hemos quedado para salir esta tarde, ¿puedo ir?-Preguntó con un matiz de súplica en su voz.

Le había dicho quiénes iban porque sabía que ella se lo preguntaría tarde o temprano y que conseguiría sonsacarle muchas cosas si la interrogaba, así que prefirió evitarlo y contarle la verdad. Además, ella no era ninguna criminal y no tenía que mentir a su madre sobre todo lo que hacía. Lo que iba a hacer aquella tarde era simplemente salir a dar una vuelta con unos amigos. Cierto era que entre esos amigos se encontraba su novio y el novio de su mejor amiga, que aquellos detalles sin importancia no tenía por qué saberlos Alicia. Sabía que su madre confiaba en ella y estaba casi segura de que no se opondría a que saliera.

-¿Quién es ese otro chico?-Preguntó Alicia, frunciendo el ceño.

-Se llama Toni y no lo conoces, ni yo tampoco, la verdad-Contestó sonriendo-. Es amigo de Ainhoa, y, por lo que sé, llegó hace poco al pueblo.

-¿Cómo que no lo conoces?, ¿no va al instituto?

Elena dudó un poco antes de contestar aquella pregunta, pero en seguida se decidió. Si quería que su madre la dejara salir, debía parecer segura e ir con la verdad por delante, lo había aprendido en todos aquellos años viviendo con ella.

-No, va a la universidad.

Alicia se quedó pensativa durante unos segundos que a la muchacha se le hicieron eternos. Al final, volvió a centrarse en ella y sonrió.

-Esta bien-Respondió-. Pero no vuelvas muy tarde.

-Sí, mamá-Contestó la chica, sonriendo-. Gracias.

Se acercó a ella y la abrazó. Después le dio un beso en la mejilla y salió de la cocina caminado alegremente.

Lo que Elena no sabía era que su madre ya sabía que, el día anterior, ella había estado con Marcos. Alicia, al enterarse de que su hija le había mentido, se dio cuanta de que debía intentar ser menos estricta con ella. Ya era bastante mayor para tomar sus propias decisiones y tenía que aceptarlo.

Aquella noche, la mujer había decidido hacerle entender a Elena que podía confiar en ella y que la comprendía, porque, al contrario de lo que su hija parecía pensar, ella también había sido joven.

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