sábado, 16 de febrero de 2013

Soñar con tus besos - Capítulo 5





Capítulo 5: Petición



“Deberíamos quedar algún día para vernos y tomar algo”

Ainhoa sonrió al leer lo que Toni le había escrito por Chat.

Levaban más de dos semanas hablando por Internet. Se vieron por primera vez en el único cibercafé del que disponía aquel pequeño pueblo y, desde entonces, la chica había deseado conocerlo mejor. Aquel sería el momento perfecto para hacerlo.

“Claro, sería genial!”

Intentó que su respuesta reflejara algo de entusiasmo, pero no en exceso; no quería parecer desesperada.

“Que te parece el viernes por la noche? Puedes?”

Sus manos teclearon la respuesta incluso antes de que su cerebro procesara la proposición.

¡Toni le estaba pidiendo una cita! Aquella era una forma sutil de hacerlo, pero la cabeza de Ainhoa no podía dejar de pensar en las segundas intenciones que había detrás de aquella petición.

La verdad era que, a pesar de conocer muy poco a Toni, lo había fichado de inalcanzable desde el primer momento y jamás habría soñado con salir con él.

Aquel chico era un universitario de veinte años, muy alto y rubio, con los ojos de un azul profundo como el mismo océano. En el poco tiempo que lo conocía, había descubierto que era el chico más dulce y simpático que había conocido nunca, y le encantaba. A veces hacía comentarios algo extraños, como si fuera de otra época, demostrando ser más inteligente e imaginativo de lo que parecía.

Toni parecía haber salido de los sueños de Ainhoa para aparecer en su vida como el príncipe azul de los cuentos de hadas que leía de pequeña.

“Que ocurre? No puedes?”

Al escuchar el sonido del ordenador, indicando que Toni le había escrito otro mensaje, la muchacha volvió a la realidad, dándose cuenta de que, a pesar de que había escrito la respuesta, no la había enviado.

Ainhoa modificó algunas cosas de lo que ya había escrito y después se lo envió.

“No, no es eso, perdona. El viernes me viene bien”

“Genial, pues entonces el viernes. Me tengo que ir, luego hablamos”

“Vale, hasta luego”

“Adiós”

Cuando Toni se desconectó, Ainhoa lo hizo también y se tumbó en la cama sonriendo ampliamente. Iba a salir con Toni aquella misma semana y no podía estar más feliz. La espera se le iba a hacer eterna, pero merecería la pena por verlo. No lo había visto en persona desde que se conocieron y estaba deseando encontrarse con él de nuevo.

Desde la planta de abajo, escuchó el ruido de la puerta al cerrarse y supuso que su hermana acababa de llegar.

Con un suspiro se levantó de la cama y bajó las escaleras para dirigirse a la cocina. Allí estaba Carmen, preparando la comida.

-Hola-Saludó Ainhoa al entrar.

Su hermana se dio la vuelta y la saludó con un breve movimiento de cabeza.

-Mamá no viene a comer-Murmuró, volviendo con su tarea-, tiene que trabajar.

La muchacha se acercó hasta ella y la ayudó a preparar la comida.

Parecía que aquella tarde comerían de nuevo las dos solas. Aquello se repetía mucho desde que sus padres se divorciaron, hacía ya más de tres años. Su padre se había marchado de casa y era su madre quien se encargaba de ellas desde entonces. La mujer se pasaba los días trabajando para poder dar a sus hijas todo lo que necesitaban y estaba permanentemente fatigada, por lo que apenas la veían por casa. A su padre lo veían menos todavía, ya que se pasaba el año viajando de un lugar a otro y, cuando iba a visitarlas, nunca se quedaba más de dos días por allí.

Desde la separación de sus padres, Ainhoa había viajado a muchos sitios cuando se quedaba con él. Una vez llegaron a viajar a tres lugares diferentes en menos de una semana.

Las dos hermanas terminaron de preparar la comida y, tras poner la mesa, se sentaron. Comieron en silencio y sin muchas ganas y, en cuanto terminaron, cada una se fue a su habitación sin decir.

Entre ellas no hacían falta palabras, se entendían a la perfección sin necesidad de hablar. Algunos bromeaban diciendo que era telepatía de gemelas o que sus mentes estaban conectadas por haberse formado al mismo tiempo y en el mismo lugar.

A Ainhoa no le importaba mucho la razón por la que conocía los pensamientos de su hermana, pero sabía que a ninguna de las dos le agradaba aquella situación que se había formado años atrás.

A ninguna le gustaba que sus padres estuvieran separados, porque recordaban lo felices que eran cuando aún estaban juntos y querían volver a serlo. Antes eran una familia muy unida, casi ejemplar. Su madre trabajaba en horarios normales y pasaba mucho más tiempo en casa y su padre, aunque viajaba muchísimo, siempre encontraba un hueco para estar con su familia.

Ainhoa añoraba aquellos momentos que pasaban en la mesa, después de comer, recordando anécdotas o viajes familiares, añoraba que su madre la recibiera todos los días al llegar del colegio y que la arropara por las noches, añoraba esperar con entusiasmo la llegada de su padre de algún viaje para ver el regalo que le había traído. Añoraba a su familia y la vida que había perdido y que sabía que nunca jamás recuperaría.

Ella y su hermana fingían ante el resto de la gente una felicidad que en realidad no sentían. Cuando llegaban a casa, apenas hablaban y mucho menos sonreían. Ainhoa se sentía muy sola casi todo el tiempo, a excepción de cuando hablaba con Elena o con Marina, y ahora también con Toni.

No sabía como era posible que, en tan poco tiempo, aquel chico se hubiera convertido en una de las pocas personas capaces de aliviar su soledad, de hacerla sonreír, pero así era. La chica sentía algo muy fuerte hacia él y creía que se estaba… enamorando. No estaba segura porque, a pesar de haber tenido varios novios, nunca se había enamorado de ninguno. Lo que más la asustaba de aquel extraño sentimiento era que lo tenía hacia un completo desconocido y no sabía lo fuerte que podía llegar a ser, aunque no tardaría en averiguarlo.

Ainhoa se sentó en la silla que había frente al escritorio y sacó su libro de biología.

No le apetecía en absoluto estudiar en aquel momento, pero el examen era en dos días y, si no estudiaba, suspendería. Además, aunque Elena dijera que aquella profesora le tenía manía a todo el mundo, la muchacha sabía que a ella la miraba especialmente mal, y no quería arriesgarse a suspender uno de sus exámenes.

Sonrió de repente al pensar en Elena. Pensó en la cara que pondría su amiga cuando le dijera que iba a salir con Toni y no pudo contener una pequeña carcajada que escapó de sus labios. Estaba segura de que se sorprendería y que después le echaría una bronca digna de una madre por negarle tantas veces que le gustaba Toni.

Con un suspiro de resignación, abrió el libro y empezó a leer. Al principio, su cabeza no dejaba de vagar, intentando evadirse de aquel complicado texto que tenía que estudiar, pero, poco a poco, comenzó a entender las palabras y consiguió concentrarse, dejando de pensar en aquel chico que, en pocos días, comenzaría a ocupar su mente durante mucho más tiempo del que ella podía imaginar.

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