sábado, 16 de febrero de 2013

Soñar con tus besos - Capítulo 8





Capítulo 8: Cita


Ainhoa bajó corriendo las escaleras, entusiasmada. Acababa de sonar el timbre y sabía perfectamente quién era. Dando pequeños saltitos por el recibidor, llegó hasta la puerta de la casa y la abrió sin mayor demora, con una amplia sonrisa en el rostro. Su decepción fue enorme al descubrir que, quien en realidad llamaba a la puerta era el novio de su hermana, Alberto.

-Hola, Ainhoa-La saludó el chico desde el umbral-¿Está Carmen?

La muchacha aún seguía un poco sorprendida por haber descubierto que no era quien ella esperaba, por lo que el único gesto que pudo hacer fue un rápido asentimiento.

Dejó pasar a Alberto y lo acompañó hasta el salón mientras le gritaba a su hermana, que se encontraba en la planta de arriba, que tenía visita.

Los dos se sentaron en el sofá mientras esperaban y entre ambos se hizo un incómodo silencio, tan solo roto por el ruido de pasos apresurados procedente de la segunda planta.

-Vas muy guapa-Dijo Alberto sonriendo mientras miraba el vestido de la chica.

-Gracias-Contestó Ainhoa, sonriendo también.

El silencio se volvió a hacer entre ellos, aunque esta vez no era tan incómodo.

Ainhoa y Alberto se llevaban muy bien pero siempre les costaba un poco empezar una conversación cuando se veían.

-¿Has quedado con alguien?-Preguntó el chico de repente.

-Sí, estoy esperando a que llegue.

-Pues no debería tardar más-Respondió él-, una chica como tú no merece que la hagan esperar.

-¿Te digo una cosa?-Inquirió la muchacha sonriendo.

Alberto frunció el ceño y asintió con la cabeza para que continuara.

-Tú sabes como ganarte a una chica-Contestó riendo.

En ese momento sonó el timbre y Ainhoa se levantó corriendo del sillón y se dirigió hacia la puerta.

-¡Que os lo paséis bien!-Exclamó antes de abrir.

Esta vez, miró por la mirilla para cerciorarse de que era quien ella esperaba y no llevarse otra sorpresa como la anterior. Abrió la puerta y allí estaba él, aquel chico que había conseguido robarle el corazón en sólo dos semanas y que prometía seguir haciéndolo.

Una sonrisa iluminaba su perfecto rostro permanentemente bronceado y sus ojos azules brillaban con una luz hipnótica.

-Estás preciosa-Dijo en cuanto la vio.

Le entregó una única rosa, como correspondía a alguien clásico como él, pero de un color peculiar. Era de un azul tan profundo como sus ojos y estaba en el pleno apogeo de su belleza.

Ainhoa sonrió y tomó la flor, maravillada y feliz. La acercó a su nariz y aspiró su suave aroma. Después la retiró y únicamente dijo:

-Gracias.

Toni asintió con la cabeza galantemente y volvió a exhibir su preciosa sonrisa. La muchacha no pudo evitarlo y se le escapó la risa.

-¿Vamos?

Ainhoa dejó de reírse y se metió en el papel que se correspondía con aquella extraña interpretación del chico. Asintió con la cabeza, accediendo.

Fueron hasta el coche de Toni, que estaba el la puerta de la casa de la chica y él le abrió la puerta para que entrara en el asiento del copiloto.

Ainhoa aspiró el aroma del coche mientras el chico daba la vuelta para subirse en el asiento del conductor. Olía a él.

En el poco tiempo que hacía que conocía a Toni había aprendido a reconocerlo por su olor. Todas las personas tenían uno y el suyo era dulce y suave, atrayente.

El muchacho se sentó en el asiento del conductor y se quedó mirándola. Cuando Ainhoa se percató, lo miró a los ojos, descubriendo en ellos un rasgo de nostalgia.

-¿Qué pasa?-Preguntó frunciendo el ceño.

-Nada-Murmuró sin apartar la vista-. Antes lo decía en serio, estás preciosa.

La muchacha bajó la vista sin contestar para que no la viera sonrojarse. Toni arrancó el coche y condujo tranquilamente por la calle.

Ainhoa se volvió hacia él con curiosidad.

-¿A dónde vamos?

-Sorpresa-Respondió él simplemente, sonriendo.

La muchacha insistió un poco más hasta que se dio cuenta de que se estaba comportando como una cría. Entonces, cambió de tema rápidamente antes de que Toni pensara que lo era; no quería darle esa imagen.

Hablaron de todo un poco, haciendo alguna broma de vez en cuando y Ainhoa no se percató de dónde estaban ni del tiempo que había pasado hasta que el chico paró el coche.

-Ya hemos llegado-Anunció con una sonrisa.

La chica miró por la ventana esperando encontrarse los altos edificios de la ciudad, pero sus ojos no se toparon con ninguna pared.

Todo estaba oscuro y Ainhoa tuvo que esperar hasta que sus ojos se acostumbraron a la luz para poder ver con relativa claridad lo que había a su alrededor, pero en realidad no había nada cerca. En el suelo, que, por lo que la chica veía desde el coche, era de arena blanca, no había nada, ni un árbol, ni un edificio, ni una planta, nada.

La única luz a la vista era la de una casa a lo lejos y al fondo sólo se veía… el mar.

Ainhoa se sorprendió y volvió a mirar para ver si se había confundido, pero no, era el mar.

-¿Estamos en una playa?-Le preguntó a Toni, frunciendo el ceño.

-Sí, he pensado que estaría bien-Respondió él, pero se rectificó al ver su cara-. Pero, si quieres, nos vamos a otro sitio.

La muchacha negó con la cabeza rápidamente y sonrió.

-No, no es eso-Aclaró-. Es que… nunca había visto el mar…

Era cierto. Ainhoa había vivido toda su vida el Spes, que se encontraba a tres horas de la playa más cercana. Había salido de aquel pueblo muchas veces cuando viajaba con su padre, pero nunca había estado en ningún lugar que estuviera lo suficientemente del mar como para poder verlo.

Toni pareció sorprendido ante aquella respuesta, porque preguntó:

-¿En serio?

La muchacha asintió con la cabeza algo avergonzada.

-Bueno-Comentó él-, pues entonces ha sido mucho mejor idea de lo que yo pensaba. Te estabas perdiendo una de las cosas más hermosas del mundo-Dijo sonriendo.

Salieron del coche y Ainhoa respiró por primera vez en su vida aquel aroma tan característico del mar del que tanto había oído hablar. Era una mezcla de sal y tierra húmeda y le gustaba.

La muchacha caminó junto a Toni por la arena, sin saber a dónde se dirigían hasta que vio que su alrededor se estaba iluminando progresivamente. Se dio cuenta entonces de que se dirigían a lo que ella antes había pensado que era una casa, que resultó ser un pequeño restaurante.

No había mucha gente dentro del local, lo que le daba al lugar un ambiente perfecto de tranquilidad e intimidad.

Se sentaron en una mesa y cenaron mientras hablaban. Esta vez, la conversación fue distinta a la que había tenido de camino a aquel lugar, más profunda, más sincera.

Ainhoa se sentía como si estuviera viviendo dentro de un sueño del que no quería despertar jamás.

Cuando terminaron de comer, fueron a dar un paseo por la playa. La muchacha se quitó los zapatos y paseó junto a Toni por la orilla del mar, mojándose los pies. Después, se sentaron en una roca y Ainhoa se quedó en silencio contemplando el mar a la luz de la luna.

Había pequeñas ondas sobre la superficie del agua, que se iban haciendo cada vez más grandes con forme se acercaba a la orillas hasta que rompían con un suave rumor sobre la arena húmeda. De aquel lugar emanaba una tranquilidad que Ainhoa nunca había sentido y le gustaba aquella sensación.

Entonces fue cuando sintió que alguien la observaba y giró lentamente la cabeza hacia Toni, sonriendo.

Su perfecto rostro estaba iluminado únicamente por la pálida luz de la luna, que hacía que pareciera que estaba esculpido en puro mármol. Sus ojos azules parecían negros por la falta de luz, pero en ellos se distinguía su característica brillo de nostalgia.

En efecto, era él quien la estaba mirando, y de una manera tan intensa que Ainhoa sintió que se le detenía el corazón.

Cuando quiso darse cuenta, sus labios estaban rozando los de Toni. Eran suaves y cálidos, y producían una cómoda y reconfortante sensación de seguridad.

Se separaron y Toni sonrió. Levantó una mano y le acarició la mejilla y después volvió a besarla con más seguridad que antes.

Volvieron a pasear por la playa, acompañando la intermitente conversación con besos y caricias.

En cierto momento, mientra se besaban y sin que Ainhoa se diera cuenta, el chico la cogió en brazos y, poco a poco, se fue acercando al agua.

La muchacha solo lo notó cuando Toni se agachó en el agua y ella se mojó. Soltó un grito de sorpresa y le echó al chico agua en la cara, escapándose de sus brazos y riendo.

Él la persiguió, riendo también, hasta que consiguió cogerla y meterle la cabeza bajo el agua.
Ainhoa salió en cuanto pudo y tomó aire rápidamente, mirando a Toni con la venganza reflejada en sus ojos negros.

Continuaron así un buen rato, entre besos salados, salpicaduras y risas, felices, sin saber que aquella felicidad podía durar poco más que un suspiro.

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