viernes, 22 de febrero de 2013

Soñar con tus besos - Capítulo 15




Capítulo 15: Llamadas


Ainhoa cogió las llaves del bolsillo pequeño de su mochila y bajó las escaleras apresuradamente. Había quedado con Marina aquella mañana y ya llegaba tarde. La puntualidad no era su fuerte, la verdad, si no fuera porque Carmen era todo lo contrario que ella, llegaría siempre tarde al instituto todos los días.

Corrió por el pasillo tan rápido que se chocó contra una figura de más o menos su misma estatura: su hermana. Estaba hablando por teléfono y parecía que no le había hecho mucha gracia la interrupción… y mucho menos el golpe, porque se estaba frotando la cabeza con la mano libre.

-Lleva un poquito de cuidado, ¿no?-La miró de arriba a bajo y frunció el ceño-¿Vas a salir?

-Sí-Contestó Ainhoa pasando por al lado de su hermana para continuar su camino hacia la puerta-, he quedado con Marina. ¿Por?

-Mamá ha dicho que compremos sal y atún, ¿puedes ir tú?

La muchacha suspiró fuertemente y puso los ojos en blanco ante otra muestra de lo vaga que era su hermana a veces.

-¿Dónde está el dinero?-Inquirió.

-En la cocina-Contestó su hermana, sonriendo abiertamente.

Tras aquella última frase continuó hablando por el teléfono como si nunca hubiera habido interrupción.

Ainhoa fue a la cocina y cogió el dinero que había, cogido con un imán, en la puerta del frigorífico.

Carmen era exasperante a veces. Se pasaba la mayor parte del día hablando por teléfono y cosas así, pero era su hermana, y, a pesar de todo, la quería. Además, siempre estaba allí cuando más lo necesitaba y, desde la separación de sus padres, se apoyaban la una en la otra cuando alguna de las dos lo estaba pasando mal.

Salió corriendo de su casa y llegó al parque en el que había quedado con Marina en pocos minutos. Se le había ocurrido pensar que su amiga se habría cansado de esperarla y se habría marchado, pero, al verla allí, de espaldas a ella, se dio cuenta de que aquello no sería posible. Era demasiado difícil que su padre la dejara salir de casa un rato como para volver en seguida sólo por no tener ganas de esperar un rato. Además, Marina la conocía de sobra y sabía que siempre llegaba tarde así que no la habría sorprendido en absoluto su retraso.

Ainhoa se acercó a su amiga y se dio cuenta de que no estaba sola. Había alguien hablando con ella, un chico. Parecía muy contenta hablando con aquel desconocido al que Ainhoa no podía ver la cara y decidió no interrumpirlos. Pero poco después el chico giró la cabeza hacia su derecha y la vio, arruinando el plan de Ainhoa de dejarlos seguir hablando y luego interrogar a su amiga.

Con el giro, su rostro quedó de frente a Ainhoa y la chica pudo reconocer sus facciones al instante. Era un chico al que veía todos los días por el pueblo o en el instituto y que, además, estaba en su clase. Era Carlos.

El chico continuó mirándola mientras hablaba con Marina, lo que le hizo pensar que le estaba hablando de ella. Sus sospechas se confirmaron cuando su amiga, a la que vio con las mejillas rojas a pesar de la distancia que las separaba, se dio la vuelta y la saludó tímidamente con la mano.

Carlos llamó su atención para pronunciar lo que parecía una despedida y saludó a Ainhoa con la cabeza mientras se alejaba en dirección contraria.

Las dos amigas se acercaron lentamente, una con una sonrisa pícara en el rostro y la otra con esa mirada inocente tan propia de ella.

-¿Y bien?-Inquirió Ainhoa sin dejar de sonreír cuando estuvieron juntas.

-¿Qué?-Preguntó Marina, algo confundida.

La muchacha puso los ojos en blanco.

-No sabía que te llevaras tan bien con Carlos-Comentó como de casualidad-. Es más, no sabía ni siquiera que os conocierais.

-Ah, eso-Contestó su amiga sin llegar a entender el enfoque de Ainhoa-. Somos vecinos.

-Ya-Murmuró exasperada por la inocencia que mostraba Marina algunas veces-. Y… ¿te gusta?

-¿Qué? ¿Carlos?-Preguntó Marina como si hubiera oído mal-Claro que no, somos amigos desde niños.

-Claro, lo que tú digas-Respondió Ainhoa con tono escéptico.

-Bueno, puedes pensar lo que quieras-Murmuró su amiga, resignada.

Las dos se quedaron en silencio y comenzaron a caminar por la calle. A pesar de la negativa de Marina, seguía pensando que aquel chico le gustaba y no pararía hasta sonsacárselo…, pero todo a su tiempo. En aquel momento no le apetecía nada discutir, así que lo dejó correr y cambió de tema:

-¿Quieres que vayamos a tomar un chocolate caliente?-Preguntó- Con el frío que hace no nos vendría mal.

Y era cierto. Al salir corriendo de su casa, preocupada porque llegaba tarde, no lo había notado, pero ahora, al estar un rato parada, había comenzado a notar el fuerte frío que inundaba Spes todos los años a mediados de septiembre.

Cualquier otra persona habría odiado aquel clima, pero Ainhoa había nacida allí y le gustaba, porque le recordaba que estaba en casa cuando decaía.

-Claro-Respondió Marina muy animada-, me apetece mucho.

Caminaron juntas por las calles de Spes, hasta llegar a la calle mayor del pueblo, y entraron en una cálida y acogedora cafetería. Iban allí siempre que quedaban porque la camarera y dueña del local, Teresa, les gustaba mucho; además, claro, de que hacía el mejor chocolate del mundo.

La mujer sonrió al verlas y las invitó a sentarse. Las dos chicas obedecieron y cogieron dos taburetes para sentarse en la barra.

-Hola, chicas-Las saludó Teresa amablemente-. ¿Qué os pongo?

-Dos chocolates calientes, por favor-Contestó Ainhoa, sonriendo.

-En seguida-Respondió la mujer, que desapareció en la cocina.

Marina y Ainhoa se quedaron solas y un cómodo silencio se formó entre ellas.

En la cafetería se escuchaba la radio a través de unos altavoces que había instalados en cada una de las esquinas del local. En aquel momento estaba sonando Talking to the moon de Bruno Mars. Le encantaba aquella canción desde la primera vez que la escuchó y se había convertido en una de sus favoritas. En realidad, le encantaban todas las canciones de aquel cantante y no podía negar que no era precisamente feo, la verdad, igual que su novio.

Ainhoa sonrió al pensar en Toni, su novio. Aún no podía creer que pudiera utilizar esa palabra refiriéndose a él. Novio, una palabra tan corta pero que significaba tanto…

-¿Por qué será que sé perfectamente en lo que estás pensando?-Inquirió su amiga con una sonrisa, volviéndose hacia ella.

La muchacha la miró y le sonrió ampliamente.

-Tal vez porque me conoces muy bien o… tienes poderes telepáticos-Murmuró poniendo cara de sospecha.

-Umm…-Contestó Marina, haciendo como si reflexionara la respuesta-Creo que va a ser lo segundo.

Ambas rieron ante la ocurrencia. Se divierten mucho juntas, haciendo ese tipo de bromas tontas que nadie más entiende, sus bromas privadas.

En ese momento, Teresa volvió de la cocina, trayendo consigo dos humeantes tazas de chocolate, depositándolas encima de la barra, cada una delante de una de las chicas.

-Espero que os guste-Comento la mujer, sonriendo dulcemente-. Cuidado, quema.

Ainhoa y Marina le dieron las gracias y cogieron las tazas para dar un primer sorbo al chocolate, incapaces de resistir por más tiempo aquel dulce olor a cacao que tanto les gustaba.

El chocolate apenas había rozado la lengua de Ainhoa cuando la muchacha sintió un fuerte calor en la boca. Rápidamente, dejó la taza de nuevo sobre la barra e intentó enfriarse un poco la lengua quemada haciendo aspavientos exagerados con las manos en un intento desesperado de crear aire frío.

-Te dije que estaba muy caliente…-Le reprendió Teresa mientras ella y Marina se reían su reacción.

La mujer llenó un vaso con agua fría y se lo dio a Ainhoa, que lo cogió rápidamente y se lo bebió de un solo trago. La lengua se le enfrió rápidamente, pero parecía tener menos sensibilidad de la normal, por lo que aún tardaría un poco en recuperarse del todo.

A partir de ese pequeño incidente decidió tomarse con más calma el chocolate y esperar a que se enfriara un poco antes de beber de nuevo.

-¿Cómo es que hoy habéis venido vosotras solas?-Preguntó Teresa en un intento de iniciar una conversación-Normalmente venís con Elena.

La mención del nombre de su amiga hizo que Ainhoa recordara una llamada que había recibido poco antes de salir de su casa y, por culpa de la cual, había llegado tarde.

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Ainhoa se preparaba para salir. Había quedado con Marina en pocos minutos y, como no se diera prisa, llegaría tarde. Cuando iba a coger su chaqueta, escuchó el pitido del teléfono fijo. Esperaba que Carmen lo cogiera, porque seguramente sería para ella, pero, al ver que seguía sonando, se dirigió hacia él con un suspiro de resignación.

-¿Quién es?-Preguntó cuando lo descolgó.

-Hola, Ainhoa-Dijo una voz quebrada al otro lado del teléfono-. Soy Alicia, la madre de Ainhoa.

-¡Ah!-Murmuró Ainhoa, algo extrañada por la llamada-Hola. ¿Ocurre algo?

-El caso es que…-Titubeó la mujer durante unos instantes-¿Está Elena contigo?

La muchacha dudó si debía mentirle, pero al notarla tan preocupada decidió contarle la verdad; si le había pasado algo a Elena no debía hacerle creer que estaba bien.

-No, no lo está-Contestó titubeante-. ¿Es que no está en su casa?

-No-Contestó la mujer. Parecía al borde de las lágrimas-. Ni siquiera sabía que había salido, pero no la encuentro por ninguna parte y pensé que tal vez…

Ainhoa escuchó un sollozo al otro lado de la línea y supo que la madre de su amiga no había podido aguantar por más tiempo las lágrimas. Intentó tranquilizarla.

-¡Oh!-Exclamó, no muy convencida de lo que estaba a punto de decir-Acabo de acordarme de que me dijo que había quedado con alguien para hacer un trabajo de clase, pero no recuerdo con quien…-Murmuró.

No le pareció muy convincente su mentira, se veían fallos en todas partes, así que, para darle más credibilidad, añadió:

-Creo era Clara o Diana, no lo sé.

-Pero es muy raro que no me haya avisado-Responde la mujer algo más tranquila, aunque todavía angustiada.

-Se le habrá pasado…

Ainhoa escuchó el silencio al otro lado de la línea y esperó pacientemente a que la mujer asumiera lo que le acababa de contar.

-Sí, será eso-Susurró al final, casi imperceptiblemente.

Parece que había decidido creerse lo que la chica le había dicho y dejar de preocuparse, y es que a veces es mejor vivir en la mentira que asumir la cruda realidad, Ainhoa lo sabe bien.

Para que a Alicia no le diera tiempo a cambiar de opinión, se despidió rápidamente con una vaga escusa y colgó el teléfono. Necesitaba llamar a Elena para asegurarse de que está bien. Suponía que eso ya lo había intentado su madre, pero, tal vez, por algún motivo, estuviera enfadada con ella y no hubiera querido cogerle el teléfono.

Subió a su habitación rápidamente y cogió su móvil de encima del escritorio. Marcó el número de su amiga, que se sabía de memoria, y esperó. Ni siquiera sonó el primer tono antes de que el contestador saltara:

-El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en estos momentos, por favor…

Ainhoa colgó el teléfono antes de que la voz terminara de hablar y volvió a marcar el número rápidamente, con idéntico resultado. Volvió a intentarlo un par de veces más, pero Elena no respondió en ninguna de ellas.

La muchacha estaba empezando a preocuparse de verdad, su amiga no solía estar ilocalizable, de hecho, siempre cogía el teléfono a la primera y nunca había tenido que llamarla dos veces para poder hablar con ella.

En ese momento se le ocurrió que podría estar con Marcos y que por eso no le había dicho a su madre donde iba. Sí, seguramente sería eso, estaría con su novio y habría apagado el móvil para que no la molestaran.

Aquel pensamiento la tranquilizó, aunque algo en ella le decía que se asemejaba mucho a la mentira que le había contado a Alicia para conseguir que se calmara.

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Ainhoa decidió no comentar nada sobre la preocupante noticia y contestó vagamente a Teresa.

-Elena estaba ocupada.

La mujer aceptó la respuesta con una sonrisa y, tras murmurar una disculpa, desapareció tras la puerta de la cocina.

En ese instante Ainhoa notó un movimiento en el bolsillo derecho de su vaquero y segundos después comenzó a sonar Welcome to my life de Simple Plan. Alguien la estaba llamando al móvil y recibió con una amplia sonrisa el nombre que aparecía en la pantalla. Era él.

La muchacha miró a Marina y, le sonrió.

-Voy un momento fuera-Dijo mientras se levantaba del alto taburete en el que estaba sentada.

Su amiga le guiñó un ojo y sonrió también.

-Vale.

Ainhoa aceptó la llamada mientras salía de la cafetería.

-Hola.

-Hola, princesa-La saludó-. Te echaba de menos.

Su voz era dulce y cariñosa, como siempre que le hablaba.

-Yo también a ti.

-¿Tienes algo que hacer esta tarde?

-Si es para que quedemos, creo que estoy ocupada-Contestó con ironía.

Su melodiosa risa sonó al otro lado de la línea y Ainhoa no pudo evitar sonreír ella también.

-Entonces no será para eso-Dijo él-, pero tengo que inventarme una excusa.

Se quedó en silencio durante un momento, como si estuviera pensando.

-Que tal… que tengo muchas ganas de verte.

-Me parece una buena excusa-Respondió la chica.

-¿Sí?-Dijo él-Bueno, pues entonces ¿paso a recogerte a las seis?

-Vale-Asintió Ainhoa-. Me tengo que ir, nos vemos luego.

-Hasta luego, princesa.

La muchacha colgó con una amplia sonrisa en el rostro y volvió rápidamente al interior del local. Mientras hablaba, no se había dado cuenta, pero soplaba un viento muy fuerte y había empezado a tener frío allí afuera.

Cuando entró, Marina se volvió hacia ella.

-El chocolate ya está en su punto-Anunció, sonriendo.

Le dio un pequeño sorbo al líquido y cerró los ojos, saboreando la dulzura del cacao y el azúcar.

Ainhoa se acercó a la barra y volvió a sentarse en su taburete mientras cogía la taza de chocolate con las dos manos. Esta vez, antes de probarlo, comprobó que no salía humo y acercó el dedo índice al líquido para ver si quemaba. Una vez superado el examen, dio un sorbo al chocolate. Tan rico como siempre, o incluso más.

Mientras bebía de nuevo, se acordó de Elena y de su repentina desaparición. Aquello no presagiaba nada bueno, pero se sentía optimista; estaba segura de que no le había ocurrido nada malo y de que, fuera cual fuera el problema que hubiera tenido su amiga, se solucionaría.

Cuando eres feliz todo parece mucho mejor de lo que lo había sido nunca y los problemas parecen más fáciles de afrontar de lo que en realidad son. Por eso hay que aprovechar esos momentos, porque por desgracia no duran para siempre, algo Ainhoa lo descubrirá muy pronto.

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