viernes, 22 de febrero de 2013

Soñar con tus besos - Capítulo 16




Capítulo 16: Lirium


Todo en aquel lugar era blanco. Las paredes desnudas eran de un color blanco roto y el suelo de puro mármol. Lo único que rompía la pureza de color era una serie de muebles y alfombras que había colocadas por la estancia en la que se encontraba, que eran de un tono azul exacto al del forro del libro que había leído minutos atrás.

Aparte de Elena y Marcos, no había nadie en la sala, o eso le pareció a la muchacha en un primer momento, porque, cuando el chico se giró y ella imitó su gesto, vio algo que la dejó sin palabras.

Detrás de un amplio mostrador de mármol blanco, vestido con un traje del mismo color con adornos plateados y azules, había un hombre de alta e imponente figura y fibrosos músculos, o al menos parecía un hombre, porque tenía algo que lo diferenciaba claramente del resto, algo que había llamado la atención de Elena y era la razón de su ensimismamiento. De la parte alta de la espalda colgaban dos enormes alas azules que, aunque Elena no podía verlo, parecían llegar hasta sus rodillas.

Marcos habló con el ángel de las alas azules, pero Elena no prestó atención a lo que decían demasiado ocupada en ver todos los detalles de aquella enorme sala.

Tenía la estructura de la recepción de un hotel, con grupos de sillones repartidos en algunos rincones y una mesita de café enfrente de cada grupo.

Un enorme ventanal ocupaba toda la pared derecha, llenando la estancia de una luz cálida y brillante.

Elena se acercó a la ventana para ver el exterior. Esperaba encontrarse con una calle llena de altos edificios o de casas, por eso se sorprendió tanto al ver aquel increíble paisaje bañado por la luz del atardecer.

El suelo tenía un aspecto vaporoso, como si estuviera cubierto por una densa niebla. Una mirada más precisa le hizo darse cuenta de que lo que estaba viendo en realidad eran… las nubes. La luz procedía de una enorme estrella similar al sol, pero con una única diferencia: los rayos que emitía aquella extraña estrella no deslumbraban.

-Elena…

La chica escuchó la voz de Marcos a su espalda y se dio la vuelta rápidamente.

-¿Dónde estamos?-Preguntó asombrada por todo lo que había visto hasta el momento-Este lugar no puede existir.

El chico sonrió.

-Si este lugar no existe, tú y yo tampoco.

Marcos pareció percatarse del desconcierto que había producido en Elena su respuesta, porque dijo:

-Vamos, te lo explicaré por el camino.

Caminaron juntos, provocando con el ruido de sus pasos un fuerte estruendo en aquel silencioso lugar. Fueron hasta una de las puertas que había en los laterales de la sala y Marcos no habló hasta que hubieron salido de la misma y cerrado la puerta a sus espaldas.

-Esto es Lirium, nuestra casa, la casa de los ángeles. Sólo nosotros sabemos de su existencia y sólo nosotros podemos llegar a ella.

-¿Por qué se llama así?

-Desde dentro no se puede apreciar, pero visto desde fuera, este edificio tiene la forma de la flor que le da el nombre.

-Un lirio…

Marcos asintió.

-En el tallo de la flor se encuentran las salas comunes y los salones de reuniones y, en los pétalos, las habitaciones…

-Espera-Interrumpió la muchacha-. Antes has dicho que esta es la casa de los ángeles, entonces… ¿por qué no vives aquí?

-Porque aún puedo vivir con mis padres sin levantar sospechas.

Elena se quedó un momento en silencio. ¿A qué clase de sospechas se refería? Lo cierto es que intuía que lo descubriría muy pronto, así que continuó con sus preguntas, ignorando la última respuesta.

-Y… ¿qué es eso que se ve por la ventana?, ¿se puede saber donde está esta cosa?

-Lirium se encuentra en una dimensión distinta a la tierra, por eso solo nosotros podemos llegar hasta aquí. En esta dimensión no existe suelo sólido y el palacio está como… flotando encima de algo parecido a las nubes, pero no exactamente igual. Aquí hay dos soles que se encuentran en lados opuestos, por lo que siempre hay luz y no se aprecia el día y la noche.

-Entonces, ¿cuándo duermen?

-Una de las estrellas es más grande que la otra. Cuando la más grande es la que se ve, es de día, porque es cuando hay más luz y cuando es la más pequeña la que da su luz, es de noche-Explicó Marcos-. Aunque en realidad no hay un horario fijo ya que los ángeles que viven aquí están destinados en diferentes puntos de la Tierra y llevan los horarios de esos lugares.

-¿Y cuál de las dos se ve ahora?

-Ahora es de día.

Elena se quedó en silencio un rato mientras procesaba todo lo que había averiguado. Su vida había dado un giro completamente inesperado y lo cierto es que sentía que la cabeza iba a explotarle en cualquier momento.

-¿Por qué me has traído aquí?

Marcos le dirigió una dulce sonrisa y respondió:

-Hay alguien que quiere conocerte.

Continuaron caminando por los largos y estrechos pasillos y pasando a través de puertas durante un tiempo que a Elena la pareció eterno. No había nadie en ninguno de los lugares por los que pasaron, lo que extraño mucho a la chica, que esperaba encontrarse al menos con alguna de esas criaturas de enormes alas que tanto la había impresionado.

Pasaron a través de un pasillo en cuyo final había una puerta. Lo cierto es que era como los otros, o, al menos, lo parecía, por eso se sorprendió al descubrir una sala que, a diferencia de resto del edificio, tan blanco y puro, estaba llena de color.

Eran una habitación aún más grande que la que había visto a su llegada y estaba llena de mesas rodeadas de sillas. A la izquierda había una especie de barra y, a la derecha, un enorme ventanal idéntico al de la otra sala, que bañaba de luz la estancia. Lo que más sorprendió a Elena fue que aquella habitación estaba llena de… ángeles, que eran los que deban al lugar el toque de color, porque, al contrario de lo que cuentan las leyendas, los ángeles no tenían las alas blancas. Algunos las tenían azules, como el del mostrador, pero también había ángeles con alas vedes, amarillas, naranjas, violetas, rojas o incluso negras.

Se escuchaba en aquella sala el ruido de voces propio de un restaurante o cualquier otro local de humano, acompañado de risas. Elena no había apreciado desde fuera, lo que le hizo pensar que la sala estaba insonorizada o algo parecido.

Marcos llevó a Elena a través de las mesas, saludando a algunos ángeles que se encontraron en el camino. Finalmente, se paró delante de una mesa en la que había un hombre sentado, con una taza en una mano y un periódico en la otra.

Marcos carraspeó levemente para llamar su atención y el hombre levantó la vista. Elena ahogó un grito de desconcierto y sorpresa

Era un hombre muy guapo, con un rostro tan pálido y perfecto que parecía mármol esculpido. A través de la sencilla camiseta ajustada y los vaqueros azules que llevaba, se podía adivinar un cuerpo musculoso y atlético. Sus alas azules, grandes y majestuosas, se plegaban en su espalda, cubriéndola por completo. Aparentaba tener unos veinte años, aunque había algo en sus ojos azul profundo que rebelaba que, en realidad, era mucho más viejo y sabio de lo que parecía.

Aquel hombre era… Toni.

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