sábado, 16 de febrero de 2013

Soñar con tus besos - Capítulo 7



Capítulo 7: Sospecha



Suspiró y leyó las pocas preguntas del examen que la profesora acababa de entregarle. Sabía todas las respuestas casi sin necesidad de pensar y no le había hecho falta abrir el libro para conocerlas, le bastaba con escuchar y memorizar todo lo que explicaban en clase, siempre había sido así.

Elena cogió el bolígrafo que había dejado sobre la mesa minutos antes y empezó a escribir. Su mano corría por el papel con una facilidad impresionante y escribía las palabras de las respuestas incluso antes de que la parte consciente de su cerebro las pensara.

La biología siempre se le había dado muy bien porque le gustaba, y, cuando se trataba de algo relacionado con ella, no tenía ningún problema al hacerlo. Los exámenes no eran una excepción a aquella regla y los hacía con tanta facilidad como si tuviera el libro metido en la cabeza.

Las únicas asignaturas que suponían un reto para Elena, por pequeño que fuera, era en las que, aparte de estudiar, también había que reflexionar, como la literatura o la filosofía. Aquellas eran las únicas que le gustaban aparte de la biología, ya que le permitían despertar la parte de su cerebro que permanecía inactiva con las demás y la hacían pensar de verdad.

Cuando la muchacha terminó de escribir la primera respuesta, que, todo hay que decirlo, no era precisamente corta, levantó la cabeza para mirar el reloj que había colgado en la pared, justo encima de la pizarra.

No había pasado más de diez minutos desde el comienzo del examen y solo le quedaban dos preguntas, así que decidió esperar un poco para hacer la siguiente.

Echó un vistazo por la clase, que estaba en un completo silencio a excepción del ruido de los bolígrafos al rozar el papel. Todos estaban concentrados en el examen y la profesora se paseaba entre las mesas mirando con sospecha a todos los alumnos cuando pasaba por su lado.

Continuó mirando a sus compañeros mientras hacía tiempo antes de contestar la segunda pregunta. Cuando sus ojos tropezaron con Ainhoa, se quedó observándola un momento.

Su amiga estaba completamente concentrada en el examen y no parecía darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Si una bomba atómica hubiera explotado en al patio que había al otro lado de la pared, ella ni siquiera se habría inmutado.

Elena sonrió cuando aquella idea pasó por su cabeza y, cuando se dio cuanta de que la profesora se había quedado mirándola con fijeza, bajó la vista hacia su examen, fingiendo concentrarse.

Carolina dejó de mirarla y volvió a pasearse por la clase. La chica volvió a levantar la cabeza, pero esta vez con más precaución y discreción. No quería meterse en problemas con aquella profesora que, en cierto modo, era bastante intimidante.

Encontró a Marcos un poco más adelante, en la fila de mesas que había al otro lado de la clase.

Estaba tan guapo siempre, con su pelo rubio brillante y algo revuelto. A Elena le había encantado aquel cabello desde siempre, incluso cuando eran niños. También había otras muchas cosas que le gustaban de él. Su ojos verdes cambiantes, su sonrisa brillante, sus labios suaves…

La chica se dio sorprendió a sí misma soñando de nuevo con estar cerca de él, con tocarlo, con besarlo. De repente y sin previo aviso, una extraña sensación le oprimió el pecho hasta casi dejarla sin respiración. La muchacha conocía aquella sensación, ya la había experimentado una vez, hacía ya mucho tiempo, por la misma persona. Se estaba volviendo a enamorar y le daba autentico miedo.

Ya había sufrido por lo mismo cuando sólo tenía cuatro años y se tuvo que mudar a Spes, y no quería volver a pasar por lo mismo. Estaba segura de que aquella vez no sería igual que la anterior, pero a lo que de verdad tenía miedo era al rechazo, a que Marcos no sintiera lo mismo que ella, a que ni siquiera la viera como algo más que una amiga.

Elena apartó aquellos pensamientos negativos de su cabeza sacudiendo la cabeza. Ella siempre había sido optimista en todas las situaciones y aquella situación que había empezado hacía apenas unos días estaba consiguiendo cambiar su manera de pensar. ¿Podría el amor hacer aquello? No tenía una respuesta a aquella pregunta, ella, que sabía como responderlo todo.

Volvió a mirar a Marcos. Estaba escribiendo, pero no parecía estar demasiado concentrado y su rostro no mostraba ningún signo de esfuerzo. Parecía relajado, incluso demasiado, tanto como ella misma.

Aquello le resultó extraño a Elena. A lo largo de toda su vida, se había topado con personas que tenía cierta facilidad para hacer las cosas, pero era porque ellos tenían muy buena memoria.

Nunca jamás se había encontrado con alguien que tuviera tanta facilidad como ella, hasta ahora. De todas formas, el chico no le había mencionado en ningún momento que también fuera superdotado y aquello era lo que le parecía más raro de todo, lo más sospechoso.

En aquel momento, Marcos volvió la cabeza hacia ella y le sonrió. La chica le sonrió y después miró hacia otro lado para que no la viera sonrojarse por haber sido descubierta. Sus ojos tropezaron entonces con el reloj que había mirado hacía un rato y se sorprendió al descubrir que había pasado más tiempo del que ella creía.

Inmediatamente, bajó la vista y volvió a concentrarse en el examen. Normalmente, tenía que hacer tiempo entre pregunta y pregunta para no terminar el examen mucho antes que los demás, pero aquella vez, tuvo el tiempo justo para terminarlo. Cuando acabó de escribir la última palabra, Carolina dio por finalizado el tiempo y empezó a recoger los exámenes.

La profesora se marchó poco después y los alumnos también. Aquella había sido la última hora de clase, así que todos salieron del instituto para irse a sus casas.

Se respiraba un ambiente animado en los pasillos del edificio. Adolescentes de más o menos edad se dirigían hacia las puertas, donde los esperaba la libertad del fin de semana.

Ya era viernes y tenían por delante un fin de semana más largo de lo normal, de tres días.

Elena y Ainhoa caminaban juntas por los pasillos, dirigiéndose hacia la salida. La muchacha no dejaba de darle vueltas al extraño comportamiento de Marcos en el examen y tenía un permanente ceño en su rostro.

En cambio, su amiga parecía estar más animada de lo normal, porque no dejaba de sonreír en ningún momento y caminaba casi dando saltitos.

Elena se percató de aquello y sonrió.

-¿Cómo es que estás tan contenta?-Preguntó, divertida.

Ainhoa se volvió hacia ella sin dejar de sonreír.

-¡Pues porque tenemos tres días de fin de semana!-Respondió animadamente.

La muchacha la observó durante un momento, sin fiarse mucho de su respuesta. Al final, decidió que le ocultaba algo, que había algo que no le estaba contando.

-¿Seguro que es sólo por eso?-Insistió, alzando las cejas con incredulidad.

-Claro-Dijo su amiga, muy segura.

-Ya-Murmuró Elena, no muy convencida-Y esa extraña felicidad no tendrá nada que ver con un universitario, ¿verdad?

Ainhoa bajó la vista al suelo, pero no antes de que la muchacha viera su cara de sorpresa y supiera que había dado en el clavo.

-¡Lo sabía!-Exclamó, victoriosa.

Su amiga suspiró, rindiéndose al ser descubierta.

-Vale-Reconoció-Es por Toni, ¿contenta?

Elena sonrió, pero negó con la cabeza.

-No hasta que me digas que ha pasado con él para que estés de tan buen humor hoy.

Ainhoa pareció vacilar un poco antes de contestar, aunque, por su cara, parecía que estaba deseando decirlo.

-Pues que esta noche tengo una cita-Contestó, incapaz de contenerse por más tiempo.

-¿Qué?-Exclamó la chica, feliz por su amiga-Pero, ¿cómo?

Ainhoa sonrió y respondió, esta vez sin vacilar ni un segundo.

-Hablamos por Chat hace un par de días, y, antes de despedirse, me pidió que saliéramos este viernes, y hoy es viernes-Concluyó con entusiasmo.

Elena escuchó atentamente las palabras de su amiga y sonrió.

-Bueno, pues me alegro por ti.

Ella también sonrió.

Las dos chicas caminaron en silencio y salieron del instituto, ambas con una sonrisa en el rostro.

-Esto…-Dijo una voz conocida tras ellas.

Estaban atravesando en aparcamiento del instituto, dirigiéndose hacia el resto de sus amigas, que estaban un poco más allá.

Elena se dio la vuelta rápidamente al escuchar su voz y sonrió ampliamente al comprobar que era él.

-Hola-Saludó.

Ainhoa también se volvió y lo saludó con una sonrisa.

Marcos parecía algo incomodo, y su amiga, al notarlo, se disculpó con una excusa pésima pero aceptable.

-Yo me voy, que me están esperando-Dijo-. Hasta luego.

-Vale-Asintió Elena-. Luego me cuentas.

La chica estaba segura de que Ainhoa sabía perfectamente a qué se refería y sus pensamientos fueron confirmados cuando ella se sonrojó y asintió con la cabeza.

Ainhoa se alejó y Marcos y Elena se quedaron solos.

-¿Qué pasa?-Preguntó la muchacha, frunciendo el ceño.

-Nada-Contestó Marcos, pareciendo más seguro que antes-. Sólo quería preguntarte la hora de la cena de mañana.

-Ah-Murmuró Elena, algo decepcionada-. A las nueve, es la hora a la que solemos cenar.

El chico sonrió y asintió con la cabeza.

-¿Vas a recoger a tu hermano?-Le preguntó.

-Sí, ¿vienes?

-Claro-Respondió Marcos-. Yo también tengo que recoger a Lucía.

Elena sonrió y los dos comenzaron a caminar hacia el colegio.

Por el camino, no hablaron demasiado, ya que los dos estaban demasiado sumidos en sus propios pensamientos.

Parecía que la tarde anterior había despertado algo nuevo en ellos y había conseguido crear una tensión que sólo había una forma de hacer que desapareciera. Ambos sabían cual era la solución, pero ninguno de ellos se atrevía a dar el primer paso.

La chica estaba algo decepcionada. Cuando Marcos se había acercado a ella pocos minutos antes, había albergado la secreta esperanza de que el chico le dijera aquellas palabras que, durante los pocos días que habían pasado, había deseado escuchar. Pero no había sido así, y aquello había comenzado a romper algo dentro de ella, que, como no fuera reparado con rapidez, podría llegar a destruirla por completo.

Lo que ella no sabía, era que aquella pequeña fisura se arreglaría y se haría indestructible y es que el fin de semana puede dar muchas vueltas. Quien lo empezó con mal pie, puede terminarlo siendo la persona más feliz del mundo, porque la vida es así, impredecible.

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